La puerta que rechina

Mi puerta del baño había estado rechinando de forma insoportable cada vez que la abría o cerraba, un sonido agudo y molesto que se había vuelto un diario vivir. Decidí que ya era hora de ponerle fin. Tomé mi lata de WD-40, un verdadero comodín en mi hogar, y me acerqué a las bisagras. Con cuidado, rocié una pequeña cantidad del lubricante directamente sobre cada una, asegurándome de que penetrara bien en los mecanismos. Luego, abrí y cerré la puerta varias veces, dejando que el WD-40 hiciera su magia, distribuyéndose y aflojando cualquier residuo que estuviera causando la fricción. Para mi alivio, con cada movimiento, el molesto rechinar disminuía hasta desaparecer por completo, dejando un silencio gratificante que confirmaba que la misión había sido un éxito.

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